LA LIBERTAD.- La violencia ha alcanzado un punto crítico en Paiján, ciudad duramente golpeada por el crimen organizado y donde el último fin de semana fue asesinado un niño de 13 años. De momento se desconocen los móviles de este nuevo caso (uno más de los innumerables registrados de enero del 2012 a la fecha), pero se sabe que los maleantes cometieron el delito con un salvajismo que espanta. En efecto, de acuerdo con el informe de autopsia, no contentos con golpear duramente al menor, los malvados delincuentes lo ultimaron de un tiro en la cabeza.
En resumidas cuentas, primero le dieron duro, y luego, para acabar con sus gritos, le perforaron el cráneo de un certero disparo. No les importó que se trataba de un menor, de un niño que apenas empezaba a vivir.
Janeth Pérez Lázaro (32), madre del escolar, refirió que el viernes fue la última vez que lo vio vivo.
“Llegó de clase a mediodía y me pidió que le dé un sol para que se vaya al Internet. Era alumno del colegio José Félix Black, estaba en segundo de secundaria”, contó.
Tras salir de su vivienda, a eso de las 2:30 p.m., Jonathan (así se llamaba el menor) se dirigió a unas cabinas que quedan cerca. Estuvo ahí por espacio de una hora; luego salió para regresar a casa, pero se entretuvo en la esquina con la gente de su barrio.
“Aproximadamente a las cinco y treinta, vi que estaba jugando vóley en la esquina. Ahí se reúnen siempre los chicos y chicas de la cuadra. Él estaba con ellos, por lo que supuse que no corría ninguna clase de peligro”, aseguró la angustiada madre.
QUÉ LE PASÓ
Horas más tarde, entre las 8:30 p.m. y las 9:00 p.m., Janeth Pérez salió a la calle para llamar a Jonathan. Era tarde ya y debía entrar, sin embargo, se encontró con que el partido de vóley había terminado hacía un par de horas, por lo menos, y ya no había nadie en la calle; entonces empezó a timbrarle a su celular, pero no contestó.
“Le timbré varias veces y nada, por lo que salí a buscarlo por todo Paiján. Estaba desesperada al no saber nada de él”, añadió.
Janeth buscó a su niño hasta las primeras horas del día siguiente. De más está decir que el sábado transcurrió amargo para ella. Siguió buscándolo, pero nada, ni rastros de su hijo, ni una pista siquiera.
AMARGO AMANECER
Recién el domingo Janeth recibió noticias de Jonathan. A eso de las 5:10 a.m., un hombre la llamó para decirle que habían encontrado a su niño en medio de unos campos de caña en Farías.
“Esa persona no me quiso decir su nombre, no sé quién es; llamó a mi celular desde un teléfono público y no quiso identificarse. Solo me dijo que a mi niño lo habían encontrado tirado en aquel lugar” precisó.
Janeth se pasó la mañana del domingo buscándolo, y por fin lo encontró pasado el mediodía. Jonathan estaba ya muerto. Su cuerpo presentaba signos de haber sido maltratado severamente.
Además, tenía una herida en la cabeza. Luego se supo que aquella herida, un orificio en realidad, había sido causada por una bala disparada a corta distancia. En resumidas cuentas, habían ejecutado con extrema crueldad al escolar, luego de torturarlo.
“Es cierto, presentaba golpes en el cuerpo, y esa herida de bala en el cráneo. No sé por qué le han hecho esto a mi hijito, él era un niño que apenas empezaba a vivir, que tenía toda la vida por delante”, acotó Janeth, sin poder controlar las lágrimas que de pronto le empapaban el rostro.
Sobre los móviles del crimen, la Policía se ha mostrado hermética aún y no ha adelantado hipótesis alguna, no obstante, Janeth y su familia niegan que Jonathan, a su corta edad, haya sido miembro de alguna pandilla y que lo hayan matado en un ajuste de cuentas.
“Era un chico tranquilo, muy amigable, no nos explicamos esto, en verdad que no sabemos por qué lo han matado, nunca se metía en problemas, por eso pedimos que se investigue su muerte y se atrape a quienes le hicieron esto”, expresaron los tíos, tías y primos del niño.
Al cierre de edición, los restos del desafortunado escolar venían siendo velados en su domicilio del sector San Salvador. Ahí se reunieron sus amigos y parientes para darle el último adiós. Aquella fue una despedida prematura, que no debió haberse dado, porque, tal y como aseguró Janeth, Jonathan apenas empezaba a vivir.
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