TRUJILLO.- De cuatro balazos disparados a quemarropa
fue asesinado anoche un hombre de 53 años vinculado, según la Policía, al mundo
del hampa. Se trata de Luis Armando Rojas Carranza, a quien dos sicarios
acribillaron sin compasión cuando degustaba un plato de pollo a la brasa, a
metros del colegio República de Panamá.
Eran alrededor de las 10:15 p.m. cuando
Rojas, acompañado de Liliana Hilario, su esposa, se sentó a una de las mesas del
restaurante Marlú, en la esquina de Panamá con Brasil, (a una cuadra del centro
histórico) e hizo su pedido.
Cuando ya los platos estuvieron sobre la
mesa, y cuando ya Rojas y la mujer habían empezado a comer, aparecieron los
criminales. Estos llegaron en una camioneta Station Wagon blanca que se estacionó a la
vuelta, por el Fonseca. La actitud sospechosa de ambos individuos
despertó la preocupación de los vecinos del sector.
“En cuanto bajaron de la camioneta, se
dirigieron al restaurante, pero iban como discutiendo, al parecer se peleaban
porque no habían decidido aún cuál de los dos iba a ser quien dispare”, refirió
el testigo.
Alertado por lo peligroso que se veían
aquellos hombres, un padre de familia se aprestó a tomar nota de la placa del
carro. Este dato sería decisivo.
Ya en el local, los homicidas se
dirigieron a la mesa de Rojas y abrieron fuego. No le tuvieron piedad: en total
le metieron cuatro balazos en la cabeza y lo dejaron malherido, a los pies de
su mujer.
Aún vivo, fue llevado de emergencia al
hospital Regional, pero para cuando ingresó a este nosocomio, dejó de existir.
En cuanto a los homicidas, se sabe que
corrieron de regreso a la camioneta y huyeron con dirección al sur. La Policía
los arrestaría dos horas después, en medio de un cruento tiroteo.
Sobre los móviles, el jefe de la Policía
en la región, coronel Róger Torres Mendoza, comentó que el asesinato tendría
causas pasionales. Torres basa esta aseveración en el testimonio de la ahora
viuda, quien señaló ante los detectives que su difunto esposo tenía una amante
(esta última mujer era, además, pareja de otro delincuente).
“Sí, mi esposo estaba con otra señora que
era casada, pero me dijo que ya la había dejado, aunque, por lo que sé, el
marido lo había amenazado de muerte. Incluso en las últimas semanas andaba con
cuidado porque sabía que lo estaban buscando para asesinarlo”, declaró.
Tal parece, pues, que Rojas aún seguía
viendo a su amante, cuyo marido, enterado de lo que había venido ocurriendo a
sus espaldas, habría optado por ordenar el asesinato; no obstante, esta primera
versión deberá ser corroborada por la Policía, así como otras que surjan en el
camino.
Vale precisar, además, que Liliana
Hilario ha reconocido también los antecedentes de su esposo. En efecto, la
acongojada viuda ha admitido ante los agentes de Homicidios que Rojas fue
procesado por el delito de robo agravado. Asimismo, dijo que en los últimos
meses estuvo trabajando con unos colombianos.
Por último, añadió que la amante en
cuestión, es decir, la mujer que le había quitado a su marido, la amenazó de
muerte; debido a ello, hace un tiempo atrás solicitó garantías para su vida.
Mientras Liliana Hilario era interrogada,
Torres Mendoza encabezó un operativo para atrapar a los asesinos. Ambos
criminales fueron arrestados en tiempo récord. Para dar con ellos, resultó de
suma utilidad la placa (TD 1290) que los vecinos habían anotado en una hoja de
papel.
Al consultar en Internet sobre el
propietario, los agentes descubrieron que este vivía en el Alto Moche. De modo
que hacia allá se dirigió Torres.
El operativo dio resultados dos horas
después: cuando las unidades policiales pasaban por la calle San Francisco, los
efectivos a bordo divisaron la Station Wagon. Quien iba al volante era Daniel
Steven Uriol Chávez, de 20 años.
Sabiéndose perdido, a este individuo no
le quedó más remedio que reconocer su participación en el crimen. En su
testimonio, dijo que los sicarios (a quienes identificó con los alias de
‘Júnior’ y ‘Yomar’) le habían prometido el pago de 1000 soles a cambio de
llevarlos al lugar de los hechos.
También dijo que, luego del asesinato,
los dejó en una cantina a la altura del paradero 12. Con el dato, Torres
desplegó al personal bajo su mando a dicho lugar. Y ahí encontró a uno de los
matones, embriagándose. Envalentonado por los tragos que ya tenía encima, el
delincuente, identificado como Júnior Eduardo Bacilio Contreras, desenfundó sus
arma de fuego y disparó. Pero su osadía le costaría caro: acabó tendido sobre
la pista, con una herida de bala en la pierna. En su poder se le halló el arma
con la que habría matado a Rojas, además de droga y una granada tipo piña. Por
ahora este individuo se encuentra bajo custodia en la Divincri.
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