8/11/2013


TRUJILLO.- De cuatro balazos disparados a quemarropa fue asesinado anoche un hombre de 53 años vinculado, según la Policía, al mundo del hampa. Se trata de Luis Armando Rojas Carranza, a quien dos sicarios acribillaron sin compasión cuando degustaba un plato de pollo a la brasa, a metros del colegio República de Panamá.

Eran alrededor de las 10:15 p.m. cuando Rojas, acompañado de Liliana Hilario, su esposa, se sentó a una de las mesas del restaurante Marlú, en la esquina de Panamá con Brasil, (a una cuadra del centro histórico) e hizo su pedido.

Cuando ya los platos estuvieron sobre la mesa, y cuando ya Rojas y la mujer habían empezado a comer, aparecieron los criminales. Estos llegaron en una camioneta Station Wagon blanca que se estacionó a la vuelta, por el Fonseca. La actitud sospechosa de ambos individuos despertó la preocupación de los vecinos del sector.

“En cuanto bajaron de la camioneta, se dirigieron al restaurante, pero iban como discutiendo, al parecer se peleaban porque no habían decidido aún cuál de los dos iba a ser quien dispare”, refirió el testigo.

Alertado por lo peligroso que se veían aquellos hombres, un padre de familia se aprestó a tomar nota de la placa del carro. Este dato sería decisivo.

Ya en el local, los homicidas se dirigieron a la mesa de Rojas y abrieron fuego. No le tuvieron piedad: en total le metieron cuatro balazos en la cabeza y lo dejaron malherido, a los pies de su mujer.

Aún vivo, fue llevado de emergencia al hospital Regional, pero para cuando ingresó a este nosocomio, dejó de existir.

En cuanto a los homicidas, se sabe que corrieron de regreso a la camioneta y huyeron con dirección al sur. La Policía los arrestaría dos horas después, en medio de un cruento tiroteo.

Sobre los móviles, el jefe de la Policía en la región, coronel Róger Torres Mendoza, comentó que el asesinato tendría causas pasionales. Torres basa esta aseveración en el testimonio de la ahora viuda, quien señaló ante los detectives que su difunto esposo tenía una amante (esta última mujer era, además, pareja de otro delincuente).

“Sí, mi esposo estaba con otra señora que era casada, pero me dijo que ya la había dejado, aunque, por lo que sé, el marido lo había amenazado de muerte. Incluso en las últimas semanas andaba con cuidado porque sabía que lo estaban buscando para asesinarlo”, declaró.

Tal parece, pues, que Rojas aún seguía viendo a su amante, cuyo marido, enterado de lo que había venido ocurriendo a sus espaldas, habría optado por ordenar el asesinato; no obstante, esta primera versión deberá ser corroborada por la Policía, así como otras que surjan en el camino.

Vale precisar, además, que Liliana Hilario ha reconocido también los antecedentes de su esposo. En efecto, la acongojada viuda ha admitido ante los agentes de Homicidios que Rojas fue procesado por el delito de robo agravado. Asimismo, dijo que en los últimos meses estuvo trabajando con unos colombianos.

Por último, añadió que la amante en cuestión, es decir, la mujer que le había quitado a su marido, la amenazó de muerte; debido a ello, hace un tiempo atrás solicitó garantías para su vida.

Mientras Liliana Hilario era interrogada, Torres Mendoza encabezó un operativo para atrapar a los asesinos. Ambos criminales fueron arrestados en tiempo récord. Para dar con ellos, resultó de suma utilidad la placa (TD 1290) que los vecinos habían anotado en una hoja de papel. 

Al consultar en Internet sobre el propietario, los agentes descubrieron que este vivía en el Alto Moche. De modo que hacia allá se dirigió Torres. 

El operativo dio resultados dos horas después: cuando las unidades policiales pasaban por la calle San Francisco, los efectivos a bordo divisaron la Station Wagon. Quien iba al volante era Daniel Steven Uriol Chávez, de 20 años.

Sabiéndose perdido, a este individuo no le quedó más remedio que reconocer su participación en el crimen. En su testimonio, dijo que los sicarios (a quienes identificó con los alias de ‘Júnior’ y ‘Yomar’) le habían prometido el pago de 1000 soles a cambio de llevarlos al lugar de los hechos. 

También dijo que, luego del asesinato, los dejó en una cantina a la altura del paradero 12. Con el dato, Torres desplegó al personal bajo su mando a dicho lugar. Y ahí encontró a uno de los matones, embriagándose. Envalentonado por los tragos que ya tenía encima, el delincuente, identificado como Júnior Eduardo Bacilio Contreras, desenfundó sus arma de fuego y disparó. Pero su osadía le costaría caro: acabó tendido sobre la pista, con una herida de bala en la pierna. En su poder se le halló el arma con la que habría matado a Rojas, además de droga y una granada tipo piña. Por ahora este individuo se encuentra bajo custodia en la Divincri. 

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