1/16/2014


TRUJILLO.- Ni la llegada del Ministro del Interior, ni sus promesas de combatir el crimen y traer más policías intimidó a los sicarios que ayer, a plena luz del día, asesinaron sin piedad a un inocente niño de 12 años y a un obrero de construcción. 

El escenario de este múltiple asesinato fue la cuadra 5 de la calle Antenor Orrego en el sector La Poza del siempre peligroso Buenos Aires Sur. Para entonces el reloj marcaba las 3 y 20 de la tarde y varios niños jugaban fuera de sus viviendas.

Bajo el inclemente sol, al filo de la vereda, caminaban los hermanos Dany y Miguel Deza Varas, dos obreros de construcción que, según alcanzó a decir uno de ellos, trabajaban en una obra cercana.

Todo trascurría con tranquilidad hasta que apareció el taxi modelo station wagon de placa CD 5083 en el que además del chofer viajaba un hombre y una mujer desconocidos por los vecinos del lugar.

Algunos testigos afirmaron que del auto bajó el que iba como pasajero empuñando un arma de fuego con el que intentó disparar a Miguel Deza quien fue defendido por su hermano Dany.

Esta intromisión a sus planes enfureció a los asesinos cuyo chofer pisó el acelerador a fondo y arrolló a Dany Deza cuyo cuerpo fue aplastado por las llantas sin misericordia alguna.

Otros vecinos dicen que el auto lo embistió de sorpresa por detrás cuando despreocupado caminaba con su hermano. 

Lo cierto es que Dany pereció arrollado y su cuerpo quedó en el pavimento.

Al ver la muerte de su hermano y sin poder hacer nada para ayudarlo, Miguel Deza Varas empezó a correr, esta vez para salvar su vida.

Buscó con desesperación donde esconderse mientras el sicario le pisaba los talones con el dedo en el gatillo, listo para arrancarle la vida a balazos.

Al ver lo que sucedía, algunos de los niños que jugueteaban en la calle entraron a toda prisa a su casa, uno de ellos fue el pequeño Alexander Arriaga Huaccha, de apenas 12 años.

Sin embargo, al darse cuenta que la puerta de la vivienda (signada con el número 542 de la calle Antenor Orrego) estaba semiabierta, Miguel Deza Varas también entró.

El niño cerró la vieja puerta a fin de proteger a sus demás hermanitos logrando dejar afuera al criminal. Pero cuando creían que estaban a salvo, el sicario empezó a disparar contra la puerta.

Las balas atravesaron la vieja madera y uno de los proyectiles le impactó al menor por la espalda, a la altura del pecho, haciéndolo caer agonizante, pero aún con vida.

Mientras esto sucedía, Miguel Deza Varas trepaba los techos y huía. No obstante, en su escape recibió un tiro en el glúteo.

El sicario huyó en el mismo taxi donde lo esperaba el chofer y la mujer, mientras Carmen Huaccha levantaba en brazos a su hijo para llevarlo de emergencia al hospital Belén.

Ella lloraba desconsolada y el pequeño sólo le pedía que lo abrace. Le decía que tenía miedo, pero su voz se hacía más y más débil. Para cuando llegaron al hospital, Alexander Arriaga ya había muerto. Había quedado aferrado a los brazos de la mujer que le dio la vida.

Quienes presenciaron la imagen coinciden que era una escena cruel, cruda, conmovedora e imposible de mirar sin los ojos llenos de lágrimas.

Hasta el momento, se desconoce la identidad del sicario y de sus cómplices, la policía espera poder interrogar a Miguel Deza Varas quien deberá revelar por qué lo perseguían y por qué querían matarlo.

En tanto, en su humilde casa, Carmen Huaccha vela los restos de su hijo Alexander Arriaga quien por esas ironías de la vida murió el día que las autoridades juraban derrotar el crimen y devolverle la tranquilidad a Trujillo.

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