TRUJILLO.- Agentes de la unidad de Secuestro y Extorsiones de la Divincri, bajo las órdenes del mayor Marco Rojas Vargas, arrestaron ayer a un individuo acusado de pedirle a un empresario de Chepén el pago inmediato de 10 mil soles para no asesinarlo ni atentar contra su familia.
El maleante, informó la Policía, coordinó la extorsión con un delincuente encerrado en la cárcel de El Milagro; en realidad fue este último sujeto quien, desde el encierro, llamó por teléfono a la víctima para lanzarle la amenaza, y el otro, libre hasta hace unas horas, fue quien cobró el dinero, el cual le había sido depositado a su cuenta en el Banco de la Nación.
El intervenido ha sido identificado como Wilmer Enrique Gómez Paredes (21), ‘Kiko’, y cayó en poder de las fuerzas del orden a las 8:30 a.m., en la calle Barcelona, El Porvenir, cuando se encontraba a unos metros de su vivienda.
Rojas Vargas precisó que las amenazas en contra del empresario empezaron el viernes, con constantes llamadas a su celular. El hombre al otro lado de la línea le decía que, para no morir, debía darle 10 mil soles. “Y si no lo haces, te mataré a ti y a tu familia”, le advirtió aquella noche la voz cobarde, amparada en el poder fugaz de la clandestinidad.
De inmediato el agraviado denunció el caso ante la PNP; fue así que los agentes de Extorsiones, liderados por Rojas, coordinaron el operativo para dar con los delincuentes. Y lo lograron al cabo de unas horas apenas, el sábado en la tarde.
Para ello, pactaron el pago de la extorsión con el criminal, no los 10 mil completos, sino una parte: 4500. El hampón le dijo al empresario que deposite el dinero en una cuenta del Banco de la Nación; es más, le dio el número y esperó con paciencia en su celda a que la plata le llegue del cielo. Sin embargo, lo que el maleante ignoraba era que ya la Policía sabía de sus planes, y que pronto descubrirían su identidad.
¡AMPAY!
El empresario hizo el depósito el sábado en la mañana, en una de las agencias del BN en Chepén; los efectivos, por su parte, se encargaron de averiguar a quién le pertenecía la cuenta, quién era el titular de ella. De este modo dieron con Gómez Paredes. Llegado a este punto, solo faltaba el último paso: que el individuo en cuestión saque el dinero. Y lo hizo, ni bien supo que le habían depositado los 4 500 acordados, fue a una ventanilla y retiró la plata.
Cuando los uniformados le cayeron encima, Gómez aún tenía en su poder la tarjeta que usó en el cajero automático y el celular que usó para comunicarse con su compinche en el penal. El número de este maleante, a quien de seguro le fue fácil conseguir un equipo y un chip en prisión, era el mismo con el que se amenazó a la víctima. De modo que ahí están las pruebas, la suerte está echada para Gómez, no hay vuelta atrás.
Cometió el delito y ahora deberá pagar por ello. Vemos, pues, que ha sido un golpe duro contra el crimen organizado, no obstante, aún queda un sinsabor en medio de este asunto: que las llamadas se hicieron desde el penal. En resumidas cuentas, no hay requisa que valga porque el resultado siempre será el mismo.
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