TRUJILLO.- Roberto Carlos Méndez Armas estaba por
cumplir 19 años, pero la muerte se lo llevó en un episodio tan extraño como
misterioso.
Su familia jura hasta las lágrimas que no
sabe por qué lo mataron, que era un muchacho sin problemas, que estudiaba y que
también ayudaba a su papá albañil.
Sin embargo, la ferocidad con la que lo
mataron revela que en realidad sí tenía un enemigo, uno que lo odiaba con tal
fuerza que no titubeó en coserlo a balazos.
¿Pero si vivía en el Alto Trujillo cómo es
que su cadáver fue a dar en El Milagro? Todo apunta a que un amigo lo sacó de
su casa y con engaños se lo llevó tan lejos como pudo.
¿Por qué? Los celos parecen ser los verdaderos
asesinos de esta historia.
Quienes conocían a Roberto Carlos Méndez
Armas aseguran que era un muchacho sin problemas, amiguero, que gustaba del
fútbol, un tipo normal.
Sin embargo, sus enemigos sí le atribuían
un defecto. Y es que a decir de las chicas, este muchacho de 18 años era el más
guapo del barrio lo que lo convertía en uno de los más asediados. Esta parece
haber sido la culpa de su muerte.
Así lo confirmó su propia hermana ante las
autoridades del Ministerio Público, mientras sus llorosos padres recordaban que
estudió en la institución educativa Gustavo Ríes y que en la actualidad recibía
clases en un colegio no escolarizado cuyo nombre no sabían precisar.
Lo que nadie entiende es por qué una de
sus hermanas afirmó que Roberto Carlos estudiaba Derecho en una conocida
universidad particular lo cual es una mentira del tamaño de la Catedral pues ni
siquiera terminó la secundaria.
Lo cierto es que este muchacho iba a
cumplir 19 años el próximo 20 de mayo, que le ayudaba a su papá en su trabajo
de albañil, que era el tercero de siete hermanos y que para su familia, los
motivos de su muerte son un misterio, al igual que la forma cómo desapareció.
Al respecto, María Luz Armas recordó que
el sábado, su hijo Roberto Carlos se despertó y le dijo que iba a ir a jugar
fútbol con sus amigos. Cuando se estaba vistiendo tocaron la puerta y él acudió
presuroso a ver quién era.
“Me dijo que venían a recoger la jarra que
había prestado. Le dije que la entregue y esa fue la última vez que lo vi.
Salió de la casa y desapareció. Nadie lo vio, nadie vio nada, mi hijo
desapareció”, recordó.
Como demoraba, creyó que Roberto Carlos
había ido a jugar fútbol, pero recordó que eso era imposible porque salió en
sandalias. Siguió esperando y cayó la noche. Amaneció el domingo y no había
rastros de él.
Resistiéndose a aceptar lo peor, el lunes
llegaron al único lugar donde no habían buscado: la morgue. Ahí, junto a su
esposo Teodoro Justo, recibió una noticia que le heló el corazón: el sábado
habían internado el cadáver de un joven que había recibido seis balazos.
A pesar que rogaron para entrar y
reconocerlo, no pudieron por el paro de los trabajadores del Ministerio Público
así que tuvieron que alargar la angustia un día más.
Se aferraron a la idea de que no era su
hijo porque el cadáver que estaba sin identificar fue encontrado en El Milagro,
pero la realidad les mostró su lado más duro: aquel muerto sí era el hijo que
estuvieron buscando por tres días.
Por cómo desapareció, la sospecha es que
sus asesinos esperaron a que salga de su casa en el Barrio 1 A del Alto
Trujillo para subirlo a un vehículo.
¿Cómo lo lograron? Todo apunta a que un
amigo le propuso ir a El Milagro y Roberto Carlos Méndez Armas, sin saber que
lo traicionaría, aceptó tranquilamente.
Lo llevaron al sector 5A de El Milagro
donde al bajarlo le dispararon sin piedad en la pierna, en el cuello, en el
pecho y en la cara. Este último disparo fue a quemarropa y desfiguró el rostro
que tanto le gustaba a las chicas y que a la vez había desatado la envidia de
los demás muchachos del barrio 1A del Alto Trujillo. (Satélite)
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