5/09/2014


TRUJILLO.- Roberto Carlos Méndez Armas estaba por cumplir 19 años, pero la muerte se lo llevó en un episodio tan extraño como misterioso.

Su familia jura hasta las lágrimas que no sabe por qué lo mataron, que era un muchacho sin problemas, que estudiaba y que también ayudaba a su papá albañil.

Sin embargo, la ferocidad con la que lo mataron revela que en realidad sí tenía un enemigo, uno que lo odiaba con tal fuerza que no titubeó en coserlo a balazos.

¿Pero si vivía en el Alto Trujillo cómo es que su cadáver fue a dar en El Milagro? Todo apunta a que un amigo lo sacó de su casa y con engaños se lo llevó tan lejos como pudo.

¿Por qué? Los celos parecen ser los verdaderos asesinos de esta historia.
Quienes conocían a Roberto Carlos Méndez Armas aseguran que era un muchacho sin problemas, amiguero, que gustaba del fútbol, un tipo normal.

Sin embargo, sus enemigos sí le atribuían un defecto. Y es que a decir de las chicas, este muchacho de 18 años era el más guapo del barrio lo que lo convertía en uno de los más asediados. Esta parece haber sido la culpa de su muerte.

Así lo confirmó su propia hermana ante las autoridades del Ministerio Público, mientras sus llorosos padres recordaban que estudió en la institución educativa Gustavo Ríes y que en la actualidad recibía clases en un colegio no escolarizado cuyo nombre no sabían precisar.

Lo que nadie entiende es por qué una de sus hermanas afirmó que Roberto Carlos estudiaba Derecho en una conocida universidad particular lo cual es una mentira del tamaño de la Catedral pues ni siquiera terminó la secundaria.

Lo cierto es que este muchacho iba a cumplir 19 años el próximo 20 de mayo, que le ayudaba a su papá en su trabajo de albañil, que era el tercero de siete hermanos y que para su familia, los motivos de su muerte son un misterio, al igual que la forma cómo desapareció.

Al respecto, María Luz Armas recordó que el sábado, su hijo Roberto Carlos se despertó y le dijo que iba a ir a jugar fútbol con sus amigos. Cuando se estaba vistiendo tocaron la puerta y él acudió presuroso a ver quién era.

“Me dijo que venían a recoger la jarra que había prestado. Le dije que la entregue y esa fue la última vez que lo vi. Salió de la casa y desapareció. Nadie lo vio, nadie vio nada, mi hijo desapareció”, recordó.

Como demoraba, creyó que Roberto Carlos había ido a jugar fútbol, pero recordó que eso era imposible porque salió en sandalias. Siguió esperando y cayó la noche. Amaneció el domingo y no había rastros de él.

Resistiéndose a aceptar lo peor, el lunes llegaron al único lugar donde no habían buscado: la morgue. Ahí, junto a su esposo Teodoro Justo, recibió una noticia que le heló el corazón: el sábado habían internado el cadáver de un joven que había recibido seis balazos.

A pesar que rogaron para entrar y reconocerlo, no pudieron por el paro de los trabajadores del Ministerio Público así que tuvieron que alargar la angustia un día más.

Se aferraron a la idea de que no era su hijo porque el cadáver que estaba sin identificar fue encontrado en El Milagro, pero la realidad les mostró su lado más duro: aquel muerto sí era el hijo que estuvieron buscando por tres días.

Por cómo desapareció, la sospecha es que sus asesinos esperaron a que salga de su casa en el Barrio 1 A del Alto Trujillo para subirlo a un vehículo.

¿Cómo lo lograron? Todo apunta a que un amigo le propuso ir a El Milagro y Roberto Carlos Méndez Armas, sin saber que lo traicionaría, aceptó tranquilamente.

Lo llevaron al sector 5A de El Milagro donde al bajarlo le dispararon sin piedad en la pierna, en el cuello, en el pecho y en la cara. Este último disparo fue a quemarropa y desfiguró el rostro que tanto le gustaba a las chicas y que a la vez había desatado la envidia de los demás muchachos del barrio 1A del Alto Trujillo. (Satélite)

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