2/02/2012


TRUJILLO.- La justicia parece llegar por fin a la vida de Petronila Centeno Ramos y Máximo Rojas Anhuamán, aunque lenta y en partes, pero ha dejado por lo pronto una esperanza en ellos, la promesa de un castigo drástico para quien les causó el dolor más grande: el de perder a un hijo.

Ambos son los padres de Hebert Rubén Rojas Centeno, el muchacho asesinado en septiembre del año pasado en una gallera en Moche. Petronila y Máximo aparecieron en la prensa hasta hace apenas una semana pidiendo, a través de las cámaras, que el proceso en contra del asesino no se dilate más. Las audiencias habían sido suspendidas hasta en tres oportunidades y ya empezaban a sentir el cansancio y la indignación que suele aparecer en estos casos.
No obstante, ayer, en una audiencia llevada a cabo en la sede judicial de Natasha Alta, los magistrados decidieron admitir el pedido de prisión preventiva contra el asesino y ordenar además su captura a nivel nacional. Porque el hombre aquel que le disparó a Hebert está prófugo, escondido en algún lugar del país.

Se trata de Cristian Belisario Paredes Rodríguez, un individuo al que los testigos vieron matando al muchacho. Todas aquellas personas declararon en su contra y lo acusaron de ser el autor de los disparos.

APUESTAS MORTALES
El violento hecho ocurrió a las 3:30 p.m. del domingo 17 de septiembre del 2011, en la gallera Sol y Luna, en Moche. Hebert llegó temprano a ese lugar con las mejores aves de su galpón y algunos amigos dedicados también a dicho pasatiempo. Había escogido a sus más destacados ejemplares porque quería ganar los 2 500 soles que estaban en juego.

Como es habitual en lugares como esos, las cervezas empezaron a circular desde el inicio. Con el transcurrir de las horas, los ánimos se iban exacerbando entre los participantes; claro, ayudó a ello la cantidad de alcohol consumida. Finalmente, cuando llegó la tarde, se desató el infierno.

En medio de una de las feroces peleas, uno de los amigos de Rojas (dueño del ave que iba ganando), se enfrascó en un boca a boca con el propietario del gallo que estaba a punto de enterrar el pico (aunque al principio se desconocía la identidad de este individuo, después se llegaría a saber que fue Cristian Paredes Rodríguez, el ahora prófugo).

La disputa verbal llegó al poco rato a los golpes. Ambos se agarraron a patadas y golpes ante la mirada de asombro del resto de participantes. Así empezó la gresca que terminaría en tragedia.

CON PICO DE BOTELLA
El amigo de Rojas, cuentan los testigos, tomó una botella de cerveza y la arrojó al piso para romperla; luego recogió una de las partes filudas y se le fue encima a Paredes, causándole un corte tremendo en una de las manos.

Sangrando y herido en su orgullo, Paredes siguió dándole de golpes a su rival y, pues, consiguió aturdirlo, aunque para ello contó con la ayuda de tres sujetos más que habían llegado con él en una camioneta 4x4.

Nada pudieron hacer Rojas y sus demás acompañantes para ayudar al amigo. Al final este salió corriendo del coliseo perseguido de cerca por Paredes, quien, dicho sea de paso, ya no iba con las manos vacías, sino con un arma de fuego.

Paredes corrió como loco tras él, haciendo varios disparos al aire, pero no pudo alcanzarlo, por lo que regresó a la gallera.
Vemos que el pleito no había sido con Rojas, al contrario, este modesto padre de familia había tratado de mantenerse al margen; sin embargo, cuando vio a Paredes entrando de nuevo al coliseo, no pudo contenerse más y decidió increparle por su actitud violenta.

¡MÁTAME!
Lejos de tomar conciencia ante los reclamos de Rojas, Paredes volvió a sacar su arma y le apuntó con ella.

-A ver, pues, mátame –le dijo Rojas, pensando que quizá el hombre aquel no se atrevería a hacerlo. Se equivocó. La respuesta de Paredes no se hizo esperar: le metió dos balazos que le causarían la muerte en segundos.

El primer disparo le perforó el estómago al muchacho y lo tumbó al piso, al pie de sus gallos de pelea; el segundo disparo le impactó en la cabeza, a la altura de la oreja derecha.

Tras jalar dos veces más del gatillo, Cristian Paredes huyó en la misma camioneta en la que había llegado. Con el tiempo, las investigaciones revelaron su nombre y el lugar donde vivía, pero dadas las circunstancias, ya no vive más ahí, se ha ido y nadie da razón de él. Ahora Petronila y Máximo esperan que la Policía lo encuentre y pague con la cárcel el asesinato de su hijo. Es lo menos que esperan. Con la orden de captura dictada en contra de Paredes, la justicia parece estar llegado a la vida de ambos, aunque lenta y en partes: solo falta que el homicida sea castigado con todo el peso de la ley.

1 comentario:

  1. Es verdad, todos esos hechos pero les falto indagar mas que como periodistas es su función, ya que, no solamente es la madre del finado quien lamenta su pérdida sino su conviviente y su menor hijo quien lo extrañan aún mas.

    Al respecto, no es que ella este ajena a este hecho sino que debido a la poca aceptación de sus suegros a la relación que mantenia con el finado, es que ellos -doña Petronila y esposo- no le permitieron asistir a su velorio y entierro.

    Justicia es lo que tambien piden ellos..justicia y no ver como el abogado de la parte imputada hace todo lo posible para dilatar aún mas el presente proceso, ya que, como ustedes pueden verificar recien han señalado su audiencia para juicio oral el 14 de abril del 2014, que creemos es injusto.

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