'Peluca' y 'Gringasho' no pueden ni verse

LIMA.- Ya duerme en ‘Maranguita’. José Máximo Ávila Chauca (19), ‘Peluca’, fue recluido de nuevo en el Centro Juvenil de Diagnóstico y Rehabilitación de Lima, a pesar de ser tanto o más peligroso que Alexander Manuel Pérez Gutiérrez (18), ‘Gringasho’, quien actualmente se encuentra encerrado en la sede de la Sala Nacional contra el Terrorismo.

Las autoridades tomaron la decisión de mantener lejos a estos delincuentes porque no pueden ni verse. Y es que para nadie es un secreto el odio que se profesan (odio originado en la rivalidad que enfrenta a sus bandas: ‘Los Pulpos’, en el caso de ‘Peluca’, y ‘Los Malditos de Río Seco’, en el caso de ‘Gringasho’).

‘Peluca’, cuyo cumpleaños fue ayer, permanecerá en ‘Maranguita’ hasta que el Poder Judicial decida si pasa o no a una cárcel común, aunque el eventual traslado del hampón a una penitenciaria podría ser objeto de apelación por parte de sus abogados debido a que aún no se aprueba el proyecto de ley que cambia las condiciones penitenciarias de los delincuentes que todavía son menores de edad.

Para entender mejor este punto, es necesario recordar que ‘Peluca’ cometió sus delitos cuando aún no había cumplido los 18. En ese sentido, le correspondería terminar su condena en ‘Maranguita’.

No obstante, tras ser recapturado, él mismo le confesó a la Policía que ha asesinado a unas cinco personas desde la noche del 31 de diciembre pasado, fecha en que fugó del reformatorio limeño. Se entiende, por lo tanto, que esos homicidios los ejecutó siendo ya un adulto.

En resumen, aún quedan muchas dudas sobre el destino final del joven sicario. Lo que sí es una certeza es que, a pesar de su alto peligro, no fue encerrado en la Sala contra el Terrorismo porque ahí ya estaba ‘Gringasho’. El juntar a ambos en un solo ambiente hubiese sido una bomba de tiempo.

Vale recordar que ‘Peluca’ fue recapturado el domingo cuando tomaba cerveza en la cuadra 16 de Francisco de Zela, El Porvenir. Al verse rodeado por la Policía, no le quedó más remedio que alzar las manos y pronunciar la típica frase que suelen decir los delincuentes cuando son arrestados: “Ya perdí, jefe”.