5/14/2012


TRUJILLO.- El de ayer domingo sí que fue un día violento. A pesar de ser su día, varias madres tuvieron que soportar el dolor más inmenso para ellas: el de perder a un hijo. Se trató de un segundo domingo de mayo marcado por la fatalidad. Muestra de ello es lo ocurrido a las 4:30 a.m. en el pasaje Los Rosales de la urbanización Santa Lucía. Ahí, dos amigos fueron asesinados a balazos por un individuo con el que apenas una hora antes habían sostenido una feroz discusión a golpes en una fiesta. Además, el hermano de uno de los fallecidos, un muchacho que vino de visita a la ciudad, recibió un tiro en la cabeza que lo mantiene grave en el Regional.

Las víctimas del infernal episodio, Carlos Alberto Rivera Eustaquio (35) y Jhon David Puma Cáceres (30) (de la foto) se conocían del barrio. Carlos vivía en el pasaje aquel, y Jhon a una cuadra de distancia, en la manzana Q de Santa Teresa de Ávila.

Ambos se reunieron por la noche para ir a la fiesta, en una losa deportiva de la prolongación Santa. Jorge Luís, hermano de Jhon, se sumó a ellos. Trabajador de la Compañía Minera La Poderosa, había arribado el día anterior a Trujillo para ver a su madre.

Los tres jóvenes llegaron a la reunión en la camioneta de Jorge antes de la medianoche, y una vez agrupados con otros, empezaron a destapar una botella tras otra. Al parece las primeras rondas transcurrieron en aparente calma, sin novedad alguna, salvo alguno que otro insulto mitigado por el bullicioso sonido de los parlantes. Sin embargo, la situación cambió de pronto cuando dieron las 4:00 a.m. A esa hora, Carlos se lió a golpes con un hombre de quien únicamente se sabe que es dueño de una camionera verde de una sola cabina.

Las causas de la discusión son todavía materia de investigación, no obstante se cree que el altercado fue producto de la avanzada embriaguez en que ambos se encontraban.

Minutos después, no muy lejos de ahí, Roxana Novoa, esposa de Eustaquio, recibió una llamada de alguien que le dijo que debía ir de inmediato a la losa deportiva porque su marido se había peleado. “Anda sácalo de ahí”, le dijeron, por lo que se puso lo primero que encontró y fue para allá.

Ya en el lugar, Roxana se abrió paso entre la gente y ubicó a su pareja y le pidió que regrese con ella a la casa, en Los Rosales, y aunque al principio él se negó, luego aceptó subir de nuevo a la camioneta de Jorge para marcharse. Los cuatro (los esposos y los hermanos Puma Cáceres) emprendieron el regreso a su barrio a las 4:15 a.m.

FEROZ VENGANZA
Al cabo de un rato llegaron al domicilio de Carlos, ubicado en el 105 del pasaje, y Jorge encendió la música del carro a todo volumen. No querían quedarse a medias, por lo que en el camino compraron algunas cuantas cervezas más para continuar hasta el amanecer. Roxana, por su parte, entró al inmueble a seguir durmiendo. Estaba más tranquila, puesto que su pareja estaba ya en casa, aunque en la calle, pero cerca en todo caso, y ya no corría peligro de ninguna clase. No obstante, 15 minutos después, cuando los amigos reemprendieron las rondas, apareció el asesino y los acribilló. Solo entonces Roxana supo que estaba equivocada.

Sobre el crimen, es decir, sobre los hechos, la Policía presume que habría sido ejecutado por el hombre de la camioneta verde.

Tras el altercado con Carlos Rivera, el individuo aquel habría jurado vengarse, y para ello le siguió los pasos a su víctima desde que esta salió de la fiesta hasta que llegó a su vivienda. Cuando vio que por fin estaba a su alcance, distraída en una amena conversación, decidió actuar, aunque su furia le hizo acribillar a los tres, quizá para no dejar testigos que lo hundan después en un eventual proceso judicial.

Tras jalar del gatillo como un loco, escapó, aunque nadie pudo verle bien la cara, y nadie vio tampoco si lo hizo en su camioneta. Lo único que vieron los parientes de Rivera fue a un hombre corriendo, pero nada más.

Los tres baleados, de otro lado, fueron conducidos al Regional, pero solo uno de ellos sobrevivió: Jorge Luís Puma. Tanto el hermano de este muchacho como Rivera ya llevaban muertos varios minutos para cuando llegaron al hospital.
DOLOR DE MADRE
Esperanza Eustaquio Castro (62), madre de Carlos, se encontraba en su habitación descansando cuando él y sus amigos llegaron. Según contó, la bulla de los parlantes le quitó el sueño y fue a pedirles a los muchachos que bajen el volumen.

“Me levanté y caminé hacia la ventana que da a la calle, y en eso, cuando apenas había salido de mi cuarto, escuché la ráfaga de disparos. Corrí a ver qué había pasado, y al asomarme al vidrio, vi que mi hijo y sus amigos estaban tirados sobre la pista. A los tres les habían disparado”, contó Esperanza.

La agobiada mujer dijo además que Carlos era albañil, sirvió en el Ejército en la década del noventa y deja una niña de 5 años.

“No puedo asimilar aún lo que ha ocurrido. No es justo. Debíamos pasar el día celebrando con la familia, pero ahora debo llorar su muerte… no sabe cómo me siento, es un dolor insoportable”, expresó, para luego echarse a llorar desconsoladamente.

Por otra parte, los restos de Jhon Puma Cáceres vienen siendo velados en su domicilio de Santa Teresa, en medio del estricto silencio de su familia. Algunos allegados contaron que trabajaba en Ferreyros. De su hermano Jorge se sabe que sigue grave. Una bala le perforó también la cabeza a él y su estado es crítico.

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