2/07/2012


TRUJILLO.- Al doble crimen de ayer en La Esperanza, distrito que, dicho sea de paso, se ha convertido en uno de los más peligrosos de Trujillo, se suma otro igual de violento que sucedió el sábado a las 11:30 de la noche. En la manzana M del sector Los Huertos, un joven de 22 años murió de tres balazos disparados a quemarropa que le destaparon el cráneo. Se trata de Juan Carlos Arias Castillo, muchacho que estudiaba en una conocida academia militarizada porque quería postular a la Escuela de Suboficiales de la PNP y sumarse así a las fuerzas del orden.

El asesinato de Arias tuvo como escenario aquella calle que, por las noches, es sumamente oscura, debido a la falta de alumbrado público. El caso viene siendo investigado con minuciosidad por la Policía, pero se sabe, por información de testigos, que el joven llegó a ese lugar en su moto azul de placa B1 0319. Lo extraño es que junto a él se encontraba el homicida, aquel hombre que se encargaría de cegarle la vida sin piedad.

No se sabe con precisión si ambos eran amigos, o si al menos se conocían de alguna parte, solo se sabe que una vez ahí, en medio de la noche, el criminal sacó su arma y le disparó por la espalda a Arias. No esperó que baje de la moto (él tampoco lo hizo en realidad), no le dio explicación alguna, se limitó únicamente a jalar del gatillo.

Fueron tres disparos los que acabaron con la vida del muchacho, y los tres le cayeron en la cabeza. Murió en el acto, sin que nadie pueda hacer algo para ayudarle.

QUERÍA SER POLICÍA
Los restos de Arias Castillo quedaron sobre la arena, a un costado de la moto, y permanecieron ahí hasta las 6:30 a.m. que es cuando recién fueron llevados a la morgue, y a esa hora también le llegó la noticia a la comerciante María Casanova Castillo (35), su madre. Ella se encontraba en el mercado de la zona repartiendo pollos cuando una mujer que conoce de vista le contó lo que había ocurrido.

“Fui a mi casa corriendo y me confirmaron la noticia; alguien le había disparado a mi hijo y aún no sé por qué”, dijo María, agobiada por la repentina pérdida de su hijo mayor.

Vecinos del lugar comentaron que, poco antes del crimen, se desató una feroz pelea en una losa deportiva cercana.
Arias frecuentaba aquella cancha, pues le gustaba mucho el fútbol. “Era bien deportista y siempre iba a jugar con sus amigos”, contó María.
Se cree que Arias Castillo estuvo en esa gresca, aunque no se sabe aún por qué empezó esta.

María Casanova cuenta además que su hijo salió de casa como a las 4:30 p.m., tras recibir la llamada de un amigo.

“Después, como a las 8:30, lo vieron comiendo en una pollería con una chica que no conocemos”, precisó. ¿Quién era aquella mujer? ¿Está implicada acaso en el crimen? son varias las preguntas que surgen en torno a este caso y que, por lo pronto, no tienen respuesta, pero ya la Policía se encuentra trabajando en ello.

Mientras tanto precisamos que Juan Carlos Arias trabajaba con su madre repartiendo pollos en los mercados de La Esperanza, y estudiaba en la academia “Los Audaces” porque quería ser policía.

“No es justo lo que nos han hecho, él no era un delincuente, no tenía antecedentes, al contrario, tenía tantos sueños, quería salir adelante, y ahora no podrá hacerlo”, expresó su madre, sumida en la más honda tristeza, al borde las lágrimas, aguantando el llanto con fuerza para lanzar una última frase que espera escuchen las autoridades: “Justicia, que el crimen no quede impune, por favor”.

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